El sombrerero que no estaba tan loco o como el mercurio se coló en el mundo de Alicia

El sombrerero loco, que quizás te resulte familiar de Alicia en el País de las maravillas, no era simplemente un mote gracioso… Probablemente sufría de una enfermedad crónica producto de la exposición continua a los vapores de mercurio.

Tiempo de lectura: 3 minutos

¿Quién no conoce la historia de Alicia y ese mundo mágico que visita en el libro de Lewis Carroll del año 1865, Alicia en el País de las Maravillas”? Muchas curiosidades lo acompañan, algunas de las cuales no son demasiado conocidas. Una de ellas tiene que ver con su autor, cuyo verdadero nombre era Charles Lutwidge Dodgson, un matemático del Reino Unido, apasionado escritor y fotógrafo.

Carroll, como lo llamaremos de aquí en adelante, fue incluso sospechado en algún momento de haber sido nada más ni nada menos que el famoso y tétrico “Jack el Destripador”. Pero no es Carroll el que nos convoca en estas líneas, sino uno de los personajes más famosos de su mundo maravilloso, amigo de Alicia y de la Liebre de Marzo: el sombrerero loco, quien fuera interpretado en la película de Tim Burton, del año 2010, por uno de nuestros piratas preferidos; Johnny Depp.

Serendipia y sombreros

La frase “loco como el sombrerero” era común 30 años antes de que se publicara la novela, y estaba asociada a los trabajadores ingleses que se dedicaban a confeccionar sombreros en el siglo XIX. Este proceso implicaba la preparación de fieltro a partir de la piel de animales pequeños, proceso que requería la utilización de un gas nitroso, liberado a partir del nitrato de mercurio, que permitía que la piel se tornase de color naranja y se encogiera, resultando más fácil separar el pelaje de la piel del animal. El proceso había sido descubierto por serendipia (como suele suceder con bastante asiduidad en la ciencia): resulta que, antes de que se utilizase el mercurio, se usaba para este proceso la orina de camélidos. Con la demanda creciente de sombreros en el siglo XIX, los sombrereros comenzaron a utilizar su propia orina (algo bastante desagradable si me preguntan…), y ahí fue donde se produjo el hallazgo inesperado…uno de estos artesanos estaba siendo tratado por sífilis con un compuesto que contenía mercurio. Cuando utilizaba su orina, el proceso se realizaba de manera más eficiente, lo que llevó a que se identifique rápidamente la “fuente de su poder”. Así se comenzó a utilizar este poderoso metal.

El mercurio, un metal noble

Se trata de un elemento que está presente en el ambiente de forma natural, con su origen en la actividad volcánica, erosión de rocas o por actividades humanas. Son tan graves los problemas que causa la exposición crónica o aguda a este metal, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo ha incorporado dentro de la lista de los 10 productos más nocivos para la salud humana.

La exposición más frecuente es a través de los alimentos, principalmente los pescados y mariscos contaminados con metilmercurio, proveniente de la metabolización del mercurio por algunas bacterias. El metilmercurio es un compuesto orgánico capaz de afectar al sistema nervioso provocando, de acuerdo con qué tan prolongada haya sido su exposición, entumecimiento, temblores, problemas de visión, de memoria, problemas al caminar e incluso, convulsiones y muerte.

El tratamiento de los intoxicados implica el uso de quelantes, sustancias que capturan el mercurio de la sangre y lo mantienen alejado de órganos sensibles, como el cerebro y los riñones. Si esto no ocurre a tiempo, y una vez que el daño cerebral es extenso, ya no existe tratamiento que revierta la situación.

Volviendo a nuestro querido “sombrerero loco”, la creencia popular dice que es posible que haya obtenido ese mote debido que los sombrereros de la época exhibían una conducta psicótica por la exposición continua a los vapores de mercurio, lo que se conoce como hidrargirismo (envenenamiento por mercurio). Al fin de cuentas nuestro famoso sombrerero no estaba tan loco, sino que fue víctima de un riesgo laboral: la exposición al mercurio.

Bibliografía consultada:

-Wedeen, R. P. Were the hatters of New Jersey «mad»? Am. J. Ind. Med. 1989, 16, 225-233.
– Web: www.cas.org
– Web: www.medilineplus.gov
– Web: www.who.int

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