El mundo natural siempre ha sido fuente de inspiración. Artistas, arquitectos o ingenieros han encontrado en la naturaleza un modelo, un patrón o una idea sobre la que estampar sus obras; solo hemos de asomarnos a un cuadro de Monet, o a la obra de Gaudí.
Científicos e inventores también han encontrado en la naturaleza a su musa. Murciélagos y delfines bien pueden ser la inspiración para inventos como el radar y el sonar. Edificios basados en la arquitectura de los termiteros cuya ventilación no necesita de aire acondicionado, o trajes de baño para nadadores profesionales semejantes a la piel de un tiburón son tan solo algunos ejemplos. Es lo que conocemos con el nombre de biodiseño o biomimética.
Y es que todo en la naturaleza responde a un diseño inteligente. Se trata de un fenómeno de adaptación al medio por parte de la vida, de un mecanismo sin el cual no sería posible ésta. Y un huevo puede ser el ejemplo más simple y cotidiano.
“¿Frito, cocido, revuelto o en tortilla?” Este suele ser el tipo de pregunta que ya salivando y hambrientos nos hacemos cuando estamos a punto de cocinar un huevo. Pero lo que posiblemente pase un tanto más desapercibido, es el hecho de que lo que tenemos delante, es el producto de miles de años de evolución. ¿Nunca te has preguntado por qué los huevos tienen esa forma tan característica?; te lo contamos.
Pocas cosas en la naturaleza, -aparte de los huevos-, tienen forma de huevo, y por supuesto no es casualidad. A diferencia de reptiles y peces, cuyos huevos son esféricos y de cubierta blanda, los de las aves cuentan con una cubierta más dura y una forma ovalada – aunque asimétrica- , tanto más cónica en un extremo en cuanto sus nidos se encuentran a mayor altitud o en lugares poco amables para la nidificación como pueden ser acantilados.
Esto es debido a que un huevo de forma esférica rueda, suponiendo un gran riesgo para el futuro polluelo que de él habría de nacer. La forma ovalada por tanto, permite al huevo rodar sobre su propio eje, limitando el recorrido que puede realizar el mismo y aumentando así las probabilidades de supervivencia de la prole en un primer momento, y de la especie a largo plazo.
Del mismo modo, la expulsión del huevo por parte de la hembra se ve facilitada por su forma. El mecanismo por el que el huevo sale al exterior es similar al que se produce en el esófago cuando tragamos la comida, es un movimiento que recibe el nombre “peristáltico”, por el cual se producen una serie de contracciones y relajaciones radialmente simétricas que van empujando, en este caso, el huevo al exterior.
Más esta no es la única razón. Basándonos en las leyes de la física, sabemos que la forma esférica es la que otorga a un cuerpo el mayor índice de resistencia. Encontramos en esta, una razón poderosa para pensar que los huevos tiendan a la esfericidad. No obstante, la forma de incubar los huevos por parte del ave, ha contribuido al desarrollo de un óvalo. Sabemos que los huevos son incubados de forma que el peso de la hembra – o el macho en algunas especies-, recae en su parte superior. El mecanismo de resistencia de un huevo más ovalado puede asemejarse al utilizado en las presas en forma de arco, donde la convexidad garantiza el reparto de la presión uniformemente y sobre los ejes del huevo. Podemos hacer la prueba e intentar quebrar un huevo aplicándole la fuerza con los dedos desde los extremos, nos resultará imposible.
Por otro lado, una esfera supone una utilización de volumen considerable, por lo que una forma ovalada hace posible que un nido pueda albergar un mayor número de huevos.
Para encontrar una razón más de que los huevos tengan la forma que tienen, hemos de buscarla en la termodinámica y en los principios de transferencia de calor. Cuanto más ovalado es un huevo, mayor es su superficie, lo que supone un mayor contacto entre huevo e incubador, y por tanto un aumento de la tasa de transferencia de calor y la disminución del tiempo necesario para que nazca un pollo.
Seguramente existan mil recetas exquisitas para saber qué hacer con un huevo, pero sabiendo esto, seguro que ninguna es tan elaborada como la que nos enseña la naturaleza.
Fuentes
BARTA, Z. and SZÉKELY, T. (1997), The optimal shape of avian eggs. Functional Ecology, 11: 656–662. doi: 10.1046/j.1365-2435.1997.00136.x
Velazco Cáceres, Daniel Fernando; Pinto Salamanca María Luisa. (2012). Characterization of hen eggs for the designing of an automatic classification system. Rev. Investig. Desarro. Innov. Vol.3, N°.1 Junio, 33-43.