Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, el libro escrito por el matemático y lógico británico Charles Lutwidge Dodgson -conocido como Lewis Carrol-, no solo es famoso por sus alusiones satíricas a la educación y la política de la época (siglo XIX), sino porque está orquestado sobre juegos de lógica, algo que lo ha convertido en una historia única. Aunque es una obra que mezcla fantasía y realidad, muchos de sus personajes -que creemos fantásticos-, en realidad no lo son. Uno de ellos es el Dodo, un ave que parece surrealista y en unos de sus capítulos organiza una carrera para invitar a los personajes a que se sequen luego de haberse mojado en el “Mar de Lágrimas” de Alicia. Pero el hecho de que jamás podamos conocer al Dodo nada tiene que ver con su rol en la ficción, sino con una realidad lamentable: se ha extinguido. Y no lo ha hecho como consecuencia de fenómenos naturales, sino que fue un ejemplo temprano de extinción producto del accionar humano. Además, según una famosa hipótesis, su extinción no habría sido inocua y habría provocado la “casi” extinción de una especie de árbol. Esta “casi” extinción fue fruto de gran controversia demostrando que en ciencia nunca está “todo” dicho por más que las hipótesis parezcan perfectas. Aquí la historia.
Un ave que no volaba
El pájaro Dodo (Raphus cucullatus) era un ave no voladora, endémica de la isla Mauricio (República de Mauricio) situada en el Océano Índico, a unos 900 km de Madagascar. Como su extinción fue en el siglo XVII, poco se conoce realmente sobre su anatomía y biología más allá de algunos registros escritos y pinturas, dando lugar a mucha información inexacta al respecto. La imagen tradicional del Dodo es la de un pájaro grande y “torpe”. Estos atributos le valieron el apodo de “pájaro bobo” dado por los portugueses, quienes fueron los primeros en arribar a la isla (doudo significaba tonto, bobo en el habla coloquial portuguesa de la época). Sin embargo, como consecuencia de recientes investigaciones los tildes de pájaro obeso y torpe han sido desafiados. Debido a que la isla de Mauricio tiene estaciones secas y húmedas, se estima que las aves ganaban peso al final de la temporada de lluvias y adelgazaban cuando la comida era escasa, durante la estación seca. Además, la mayoría de los pájaros retratados en los dibujos eran probablemente Dodos capturados y sobrealimentados en cautiverio.
Gracias a diversos hallazgos de restos óseos se pudo estimar que tenía aproximadamente 70 centímetros de altura y un peso de entre 13 a 25 kilos, con un esternón que era insuficiente para soportar el vuelo. Como resultado de ello, eran aves de nido en el suelo que se alimentaban de frutos que podían romper gracias a la forma de su pico. El aislamiento completo de esta isla habría permitido a las aves de Dodo crecer y evolucionar sin depredadores naturales significativos, lo que pudo haber supuesto que perdiese su capacidad de vuelo al no tener presión de selección sobre el escape y la huida.
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La extinción producto del hombre
Su hábitat permaneció fuera del alcance del hombre hasta el siglo XVI, con la llegada de navegantes a la isla. Las primeras noticias que se tuvieron de este animal datan de 1574. La llegada del hombre implicó la propagación de nuevas especies, como el cerdo y las ratas, la aparición de nuevas enfermedades y la destrucción del bosque, del que dependía la subsistencia del animal. Debido a que el ambiente natural del ave carecía de predadores, se estima que los Dodos no tenían miedo de las personas. Este hecho, junto con la ausencia de vuelo, los convirtió en una presa fácil. La combinación de la caza humana y la predación por parte de los animales traídos por los exploradores, provocó su extinción a finales del siglo XVII, apenas un siglo después de la llegada del hombre a su entorno. Tras la extinción, muy pocos notaron su ausencia. Sin embargo, a principios del siglo XIX, el interés científico el Dodo se reavivó luego de que se encontrasen pruebas de su existencia en un pantano de la isla, así como también gracias a su aparición en la novela de Lewis Carroll.
Dodo, coevolución y “casi” extinción de un árbol
Según una famosa hipótesis, publicada en los años 70 por el ecólogo Stanley Temple, la extinción del Dodo, que en principio había pasado desapercibida, había provocado la “casi” extinción del árbol tambalacoque (Sideroxylon grandiflorum) también conocido como Calvaria major o árbol Dodo, cuyo fruto, similar al del durazno, era fuente de alimento de esta ave.
¿Cómo llegó a esta conclusión? En 1973, Temple descubrió que solo quedaban 13 ejemplares de calvaria, estimados en una edad de alrededor de 300 años, aunque su verdadera edad no se puede determinar con exactitud debido a que el tambalacoque no tiene anillos de crecimiento. Dados los datos, Temple concluyó que el árbol estaba en vías de extinción.
Luego de algunos años de estudiar la reproducción de la calvaria, Temple determinó que para la germinación de sus semillas era indispensable que las mismas pasaran por el aparato digestivo de algún animal, ya que su endocarpio duro y grueso (el revestimiento exterior de una semilla) debía ser descompuesto de alguna manera para germinar y crecer. En un artículo publicado en la revista Science en 1977, informó que forzando la alimentación de pavos con los frutos de calvaria había logrado la germinación de los mismos. En base a estas observaciones y datos sobre el aparato digestivo del Dodo, el científico hipotetizó que el ave comía los frutos de la calvaria y esto permitía a las semillas germinar. Así, al desaparecer el Dodo de la isla, 300 años antes, los árboles no pudieron ser capaces de volver a germinar. Planteó que existía entre el Dodo y la calvaria una relación mutualista. El Dodo había coevolucionado con este árbol y le ayudaba a dispersar sus semillas. El término coevolución se utiliza para describir los casos en los que dos (o más) especies influyen mutuamente en su evolución. Así, por ejemplo, un cambio evolutivo en la morfología de una planta podría afectar a la forma de un herbívoro que come la planta, la cual a su vez podría afectar a la evolución de la planta, la cual podría afectar a la evolución del herbívoro, y así sucesivamente.
Sin controles adecuados, todo experimento pierde valor
La teoría parecía buena. En el artículo que publicó en la revista Science, Temple conectó todos los hechos de manera adecuada. Al no haber Dodo, por ende, no había árbol. Sin embargo, su estudio de mutualismo no cerraba en varios puntos. «Es una historia encantadora, – escribió el naturalista Gerald Durrell en su libro Golden Bats and Pink Pigeons (Collins, 1977) – pero me temo que tiene más agujeros que un colador». No pasó mucho tiempo hasta que el artículo de Temple comenzara a ser fruto de extensa discusión académica, ya que tanto sus métodos como sus conclusiones eran defectuosos. Se descubrió, por ejemplo, que Temple no plantó semillas no ingeridas por pavos para comparar las tasas de germinación, es decir, no hizo controles; y que no reconoció un estudio anterior el cual indicaba que las semillas no necesitaban ser gastadas por el tracto digestivo de un pájaro para germinar. Desconoció, además, reportes anteriores sobre semillas de calvaria y su germinación de diversos investigadores como Hill (1941) y King (1946), quienes habían logrado su germinación sin tratamientos.
En 1979 la revista Science publicó un editorial de un funcionario del servicio forestal gubernamental de la isla Mauricio, quien criticó los datos del artículo de Temple y escribió que era improbable que el Dodo y el árbol estuvieran incluso en la misma área de la isla. También aportó datos de un censo de 1941 sobre los bosques, que mostraba una buena población de plantas jóvenes de calvaria las cuales tenían menos de 75 a 100 años de antigüedad. Esto significaba que los árboles habían sido capaces de germinar luego de que el Dodo se había extinguido.
Temple entró en el debate y defendió el razonamiento detrás de su hipótesis publicando una defensa en el mismo número de la revista. Admitió que el mutualismo tambalacoque-Dodo era imposible de probar experimentalmente después de la extinción del ave, y aclaraba los siguiente: «Lo que señalé fue la posibilidad de que tal relación haya ocurrido dando así una explicación para la extraordinariamente pobre germinación de la calvaria. Reconozco el potencial del error en las reconstrucciones históricas”.
Otras hipótesis
Dada la controversia, diversas investigaciones científicas han propuesto razones alternativas para la desaparición de los árboles de tambalacoque en la isla. Entre ellas, por factores tales como la deforestación en gran escala y la introducción de plantas y animales exóticos. Algunos sugieren que otros animales que se han extinguido, como las tortugas gigantes de Mauricio, también podrían haber ayudado a distribuir y germinar las semillas.
El Dodo ha pasado al imaginario colectivo como un ave casi mitológica y la mayoría de la gente lo conoce por su aparición en Alicia en el País de las Maravillas, aunque otras historias famosas también lo mantienen vivo. La escritora J. K. Rowling, creadora del mundo de Harry Potter, describe al Dodo como un ave mágica, el Diricawl, que tiene la habilidad de hacerse invisible ante los Muggles (seres humanos sin habilidades mágicas); y por ello las personas no mágicas creen que se ha extinguido. Ojalá la historia de la escritora fuese cierta, y el Planeta pudiera tener el privilegio de que esta ave habitase aún las islas Mauricio, a pesar de que los Muggles “fuésemos incapaces de verlos” …
Bibliografía y fuentes de información:
Plant-Animal Mutualism: Coevolution with Dodo Leads to Near Extinction of Plant. Stanley A. Temple. Science New Series, Vol. 197, No. 4306 (Aug. 26, 1977), pp. 885-886.
The Story of the Dodo Bird. Disponible en la web www.dodobird.net
Why the Dodo went extint. Disponible en la web www.todayifoundout.com
The Widespread Misconception that the Tambalacoque or Calvaria Tree Absolutely Required the Dodo Bird for its Seeds to Germinate. Plant Science Bulletin. Volume 50, Number 4, December, winter 2004.
Web www.atlasobscura.com
es.wikipedia.org/wiki/Sideroxylon_grandiflorum
Understanding evolution. Disponible en la web evolution.berkeley.edu
Muy interesante artículo, Cecilia. Nos enseña no solo la historia de un animal extinguido, con sus derivaciones en el arte, sino la forma en que se construye el conocimiento científico.
Patricia,
Muchas gracias por tu comentario, justamente una de las ideas era esa, dejar en claro cómo se construye el conocimiento y el hecho de que no es algo acabado y definitivo, sino que puede cambiar. Saludos,