A veces quiero contar una historia sobre la cual he leído y observado mucho, pero una simple palabra me resulta pequeña para dimensionar la enorme complejidad de la cual pretendo hablar. Me refiero a los “Protistas” en general y a las “amebas”, en particular.
Los protistas resultan ser esos seres vivos del árbol de la vida, mayoritariamente microscópicos, de los que quizás jamás hemos escuchado hablar, o quizás sí, pero apenas les prestamos atención, a pesar de que se han descrito unas 60,000 especies. Son capaces de mostrar una diversidad y belleza sin igual, captando la atención de cualquier observador detrás de un microscopio. Gracias a ellos, observar una simple muestra de un ecosistema acuático puede resultar abrumador o sin sentido al comienzo, pero luego de paciencia y estudio, comenzarás a descubrir un mundo oculto tras imágenes que aparentan tener solo materia orgánica, inorgánica o “piedritas”. Éste último en es un ejemplo al azar, ya que el grupo de protistas del que quiero hablarles parecen, en un principio, material inorgánico o cristales, hasta que descubrimos que esas “piedritas” son en realidad el hogar de una pequeña célula. Me refiero a las amebas tecadas o con caparazón, capaces de generar su propio refugio de granos de arena.
¿Qué son los protistas? ¿Y las amebas?
Los protistas son seres vivos eucarióticos, es decir, que tienen su material genético encerrado en un núcleo, igual que los hongos, las plantas e incluso nosotros, los animales. Casi todos los protistas son unicelulares e invisibles a simple vista. Si de alguna manera pudiéramos volvernos diminutos hasta alcanzar su escala microscópica, nos quedaríamos impresionados por sus hermosas y espectaculares formas, sus diversos estilos de su vida, asombrosas formas de reproducción y las innovaciones estructurales y fisiológicas que resultan posibles dentro de los límites de una célula única.
El término “protista” no describe una verdadera unidad evolutiva que comparte características, sino que es un término por comodidad que significa “cualquier ser vivo eucariota que no es una planta, un animal o un hongo”, y en la antigua clasificación taxonómica constituyó un reino. Se trató de un Reino por exclusión donde todo lo que no era ni animal, ni vegetal ni hongo fue agrupado en un mismo lugar. Para mí, es uno de los clados de seres vivos más fascinantes y maravillosos que apenas conocemos. Y, si bien los seguimos llamando así, hoy se sabe que el término protista es inadecuado, ya que engloba un grupo diverso y enorme de seres vivos que no tienen un ancestro común. Pero más allá de este detalle taxonómico, la intención es contarles una historia acerca de un tipo particular se ellos: las amebas.
Las amebas pertenecen al grupo de los protistas amoebozoos al cual también pertenecen los mohos deslizantes. Éstos se mueven por medio del flujo interno de citoplasma. Se desplazan extendiendo sus pseudópodos en forma de dedos, los cuales también les sirven para alimentarse. Por lo general, carecen de conchas o caparazones, conocidos como “tecas” y el grupo que sí las posee, suele denominarse amebas tecadas. Las amebas abundan en hábitats de agua dulce y en tierras húmedas; algunas son parásitas del ser humano y otros animales. Aunque las amebas tecadas también pueden encontrarse en el mar, su importancia cuantitativa y su diversidad son mucho mayores en los ambientes de agua dulce (y terrestre).
Para que te hagas una idea de lo que hablo, en este video podrás observar cómo se desplaza una ameba sin teca, en este caso, un ejemplar de Amoeba proteus. Créditos: TheTheMicrobiology09.
En los protistas se presentan tres formas principales de nutrición. Algunos ingieren su alimento, otros absorben nutrimentos del entorno, y otros más captan la energía solar directamente para realizar la fotosíntesis. Los protistas que ingieren su alimento, generalmente son depredadores. Las amebas están dentro de este último grupo. Tienen membranas celulares flexibles que pueden cambiar de forma para rodear y fagocitar alimentos, como las bacterias. Los protistas que se alimentan de esa manera, comúnmente utilizan prolongaciones en forma de dedos para atrapar a su presa, llamados pseudópodos.
La construcción del refugio
Las amebas tecadas pueden construir sus caparazones de diferentes materiales. La teca puede ser secretada por el propio organismo (teca autógena) y estar constituida por proteínas, sílice o en ocasiones, ser calcárea. La mayoría de las especies tienen su teca formada de partículas extrañas (xenosomas) aglutinadas con cemento autógeno, es decir, secretado por el propio organismo. Este cemento es un mucopolisacárido ácido con calcio, hierro, manganeso, fósforo y trazas de cloro y potasio.
Difflugia spp. es uno de los géneros dentro de los amebozoos que producen tecas a partir de gránulos de arena (xenosomas). La única célula que constituye este ser vivo elabora su refugio con partículas que recoge del medio donde habita, generando una cubierta protectora con una única “puerta” o abertura terminal, de la cual emergen los pseudópodos.

Difflugia construye su “hogar” utilizando sus pseudópodos. “Recoge” fragmentos de arena que “pega” sobre un delicado envoltorio orgánico, hasta modelar esta cúpula alargada y translucida que le servirá de refugio. Los toma del fondo de los cursos de agua, pantanos y de las lagunas en las que vive. Algunas veces, además de pequeños granos de arena, también incorpora las cubiertas de sílice de las diatomeas (también son protistas, aunque en este caso son fotosintéticos). Todos estos elementos de extremada dureza son engullidos al igual que su alimento. Sin embargo, las partículas de mineral y los restos de las valvas silíceas no quedan en el interior del cuerpo de Difflugia, poco tiempo después de haber sido engullidas son llevadas hacia el exterior donde las une con un cemento orgánico al mismo tiempo que les da forma. El resultado final es una obra de arte microscópica y viva.
¡En este video puedes ver cómo un ejemplar de Difflugia spp. extiende lentamente sus pseudópodos desde apertura terminal!
Algunas veces, tras los cristales de arena, pueden observarse algunos tonos verdosos. Eso puede deberse a que Difflugia es capaz de asociarse con algas verdes en una relación simbiótica de mutuo beneficio. Las algas diminutas reciben refugio y, a cambio, le brindan compuestos orgánicos (obtenidos durante la fotosíntesis de las algas), que la ameba utiliza para alimentarse.
Netzelia es otro género de amebas tecadas similar. A diferencia de Difflugia, ésta es capaz de construir todo su caparazón con piezas de sílice fabricadas por ella misma. Por otra parte, las amebas del género Arcella, construyen su caparazón con materiales orgánicos.
Si bien todos los seres vivos son únicos, los ejemplares del género Difflugia son un ejemplo máximo de esa singularidad. Cada uno de ellos será diferente en cada lugar, ya que nunca existirán dos “refugios” fabricados de igual manera. Cada Difflugia será una cúpula de cristal única.
Bibliografía consultada:
- Siemensma, F. J., Microworld, world of amoeboid organisms. World-wide electronic publication, Kortenhoef, the Netherlands.
- Jaime Zapata Madrid. Estado de conocimiento de los tecamebianos dulceacuícolas de Chile. Gayana 70(1): 27-30, 2006.
- Proyecto Agua
- Audesirk, Teresa; Audesirk, Gerald; Byers, Bruce E. Biología. La Vida en la Tierra con fisiología. 9° Edición. México. Pearson Educación de México, 2013.
Foto de portada: Difflugia Acuminata. Créditos: Proyecto agua.
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