El cosmos según Sagan: la cultura científica que nos empodera

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Muchos “generación X” podrán recordar, allá por los 80, estar sentados frente a la tele, esperando la música de Vangelis, las imágenes que nos mostraban nuestro lugar en el universo, y el sonido de la voz en español del representante de Carl Sagan en nuestras tierras diciendo “el cosmos está constituido por todo lo que es, lo que ha sido, o lo que será”. Era una época en la que la oferta de programas de televisión era limitada. No había plataformas digitales ni opciones “on demand”, y los programas de televisión se esperaban con ansias, marcando un momento especial del día. Tampoco podíamos navegar por internet en búsqueda de respuestas, con lo cual la curiosidad era más difícil de satisfacer. Por ello, esos textos, esas imágenes y esa música, la de la serie “Cosmos” de Carl Sagan, nos hacían viajar por otros mundos y nos despertaban preguntas que nunca nos habíamos hecho, plantando en nosotros la semilla de la curiosidad. En muchos de quienes nacimos entre los setenta y los ochentas, programas como el mencionado fueron un despertar a la magia de la ciencia, que no es en absoluto magia…

Ilustración de Carl Sagan por Jody Hewgill (https://jodyhewgill.com/#/editorial/)  

Sagan: el gran divulgador

“En algún lugar, algo increíble está esperando a ser descubierto”. Esta era otra de las famosas frases de Carl Sagan, el divulgador científico más famoso de la historia, que cumpliría 90 años el 9 de noviembre. Sagan era astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astrobiólogo y escritor, un apasionado de la ciencia y, especialmente, de la astronomía. Publicó aproximadamente 600 artículos científicos, realizó incontables colaboraciones para la NASA y fue responsable de una veintena de libros de divulgación, entre los que destacan Cosmos (que complementa la serie televisiva), Contacto (en el que se basa la película homónima de 1997), y Los dragones del Edén, por el que ganó en 1978 un Premio Pullitzer de “Literatura general de no ficción”. Sagan disponía de una enorme capacidad para comunicar hallazgos científicos y avances tecnológicos, con un lenguaje sencillo y amable, pero sin resignar rigurosidad. Además de ser un carismático narrador de los misterios que rodean al universo, Sagan fue un pionero en la búsqueda de vida extraterrestre.

La serie documental “Cosmos: un viaje personal”, producida en 1980, de la que fue coautor y narrador, fue la más vista de la historia de la televisión pública estadounidense. Tuvo una audiencia de unos 500 millones de personas en unos 60 países y obtuvo tres premios Emmy. Con un presupuesto de casi 10 millones de dólares para la producción de sus 13 capítulos, tenía como principal objetivo la divulgación científica: hablar de ciencia e interiorizar a la sociedad en el pensamiento crítico. Carl Sagan proponía que “La ciencia es más que un conjunto de conocimientos, es una forma de pensar” y defendía que el principal objetivo del divulgador consistía en enseñar qué es el método científico y en contribuir al desarrollo del pensamiento crítico en los ciudadanos. Por su gran labor en este sentido, se eligió el 28 de septiembre, aniversario de la primera emisión de Cosmos, como “Día internacional de la cultura científica”.

¿Qué es la cultura científica?

Se relaciona con los conocimientos y habilidades que permiten a las personas comprender los avances científicos y tener una actitud crítica frente a la información. La cultura científica no es una propiedad de los científicos, sino de la sociedad. No se limita al conocimiento de datos científicos, sino que implica el desarrollo de un pensamiento crítico que nos permita tener una perspectiva equilibrada sobre los temas que nos ocupan y formarnos opiniones basadas en conocimientos, datos y evidencias, y no en emociones, prejuicios o supuestos no corroborables.

Una sociedad con cultura científica puede tomar decisiones con fundamentos sólidos, lo que permite una mejor adaptación a los cambios (lo único permanente) y un abordaje más eficaz de los retos y situaciones de crisis.  Una articuladora central en la promoción de la cultura científica es la divulgación científica, de ahí la importancia de los comunicadores y divulgadores para el desarrollo de una sociedad con cultura científica.

La ciencia como una luz en la oscuridad 

Sagan sostenía que la ciencia es algo demasiado importante como para no formar parte de la cultura popular. Su libro “El mundo y sus demonios” (1995), acuña la frase “La ciencia como una luz en la oscuridad”. En él sostenía que “Hemos preparado una civilización global en la que los elementos más cruciales – el transporte, las comunicaciones, la agricultura, la medicina, la educación, el ocio, la protección del medio ambiente, e incluso nuestra institución democrática clave: las elecciones – dependen profundamente de la ciencia y la tecnología. También hemos dispuesto las cosas de modo que nadie entienda la ciencia y la tecnología. Eso es una garantía de desastre. Podríamos seguir así una temporada, pero antes o después, esta mezcla combustible de ignorancia y poder nos explotará en la cara”. Un resumen se plasmó en una de sus famosas frases: “Vivimos en una sociedad dependiente de la ciencia y la tecnología, en la cual prácticamente nadie sabe nada acerca de la ciencia o la tecnología”.

Hoy en día sería impensado entender la vida sin ciencia y tecnología…entonces, ¿por qué no interesarnos por conocer aquello que usamos o que nos rodea? ¿Acaso no nos reconforta entender algún concepto o aprender algo nuevo? Sagan reivindicaba a la ciencia como un instrumento de liberación humana y de democracia; tener cultura científica para ser una sociedad libre. Él recordada como se les prohibía leer y aprender a los esclavos negros y como los blancos que enseñaban a leer a un esclavo recibían el castigo más severo y aseveraba que “cada esfuerzo por clarificar lo que es ciencia y de generar entusiasmo popular sobre ella es un beneficio para nuestra civilización global”.

Además, consideraba que era un deber de los científicos explicar la ciencia, recordando que: “la mayor parte de la financiación de los científicos proviene del pueblo, así que el pueblo tiene derecho a que le expliquen qué hacen los científicos con su dinero, y los científicos tienen la obligación de explicarlo en los términos más asequibles posibles”. Al mismo tiempo, Sagan pensaba que es deber de los científicos alertar de los posibles peligros de la ciencia, si es mal usada, y que la responsabilidad ética de los científicos debe ser muy alta.

Somos polvo de estrellas… habitando un punto azul pálido 

Una de las obsesiones de este gran divulgador fue enfatizar la profunda conexión entre los seres humanos y el cosmos y nuestro lugar dentro de él. Sostenía que “El cosmos está dentro nuestro. Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Somos la forma en que el cosmos busca conocerse a sí mismo. El estudio del universo es un viaje para auto descubrirnos”. La frase “somos polvo de estrellas” no es una expresión meramente poética, sino que tiene base científica: nuestros átomos y los de todo lo que existe, con excepción de los átomos del elemento químico más ligero llamado hidrógeno, están hechos de los desechos de estrellas que existieron hace miles de millones de años. Esto es, en síntesis, la premisa de que la materia no se crea ni se destruye, sino que se transforma.

Sagan fue además el impulsor de la famosa foto «Un punto azul pálido», que cambió la visión de nuestro mundo y que lo inspiró a escribir un libro con el mismo nombre (1994). Por insistencia de Sagan, la NASA incluyó en la sonda Voyager 1 una cámara fotográfica y, el 14 de febrero de 1990, tomó una foto de la Tierra a más de 6.000 millones de kilómetros de distancia. En la famosa imagen, la Tierra se ve como un pequeño punto de luz a través de unas bandas luminosas que son efectos artificiales ocasionados por reflejos y por la difusión de la luz solar en diferentes partes de la cámara. La descripción que hizo a partir de la imagen es un llamado a la humildad, ilustrando el lugar que ocupa el hombre en el Universo: “Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez escuchaste, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de ideologías, doctrinas económicas y religiones … cada santo y pecador en la historia de nuestra especie ha vivido ahí -en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol”.

Pale Blue Dot (Punto Azul Pálido): Vista desde unos 6 mil millones de kilómetros (3,7 mil millones de millas), la Tierra aparece como un pequeño punto en el espacio profundo (un punto de color blanco azulado casi a la mitad de la banda de luz que se localiza a la derecha).

Este gran divulgador nos hizo mirar hacia las estrellas y darnos cuenta de la magnitud del universo, en el que ocupamos un rincón infinitesimal, buscando recordarnos la importancia de cuidar ese puntito azul pálido en el que habitamos. Sostenía que “El ser humano no es importante para el universo. Pero sí es inmensamente afortunado porque puede contemplar la inmensa grandeza de ese universo y maravillarse a causa de ella. Cuando miras las estrellas, lo importante no eres tú: son las estrellas.”. Incluso reflexionaba sobre el amor diciendo “En todas nuestras investigaciones, la única cosa que hemos descubierto es que solo la compañía de otros hace soportable el vacío”. Solo el amor nos reconforta en este inmenso universo. 

¿Divulgar o no divulgar? esa es la cuestión 

Carl Sagan lograba llegar al público diciendo verdades, haciéndolas fáciles de asimilar y atractivas. Así, saltándose muchas actitudes elitistas extendidas entre los científicos de entonces, trató a sus televidentes y lectores como iguales intelectuales y la gente respondió convirtiéndolo en el rostro más reconocible de la ciencia a nivel mundial.

Si bien hoy en día se está volviendo cada vez más habitual para los científicos divulgar su trabajo, e incluso el sistema científico estimula actualmente dicha actividad, esto no fue siempre así y, así como en nuestra propia comunidad éramos escépticos respecto a la divulgación científica, existieron muchos recelos entre los científicos hacia el divulgador. Algunos consideraban que sus intentos de popularizar la ciencia amenazaban con “trivializarla” y otros lo veían como un ególatra que buscaba la fama. En este contexto, le denegaron una plaza fija en Harvard cuando era profesor interino en 1967. ¿El motivo oficial?, que sus investigaciones eran “poco relevantes” y “derivativas”. ¿Lo subyacente?, sus apariciones en televisión el año anterior no agradaban en la elitista universidad. Luego, fue nominado en 1992 para el ingreso en la Academia Nacional de Ciencias, pero su candidatura fue rechazada por la mitad de los miembros, algo que no sucedía a menudo. Fuera de la Academia nadie entendió el correctivo que algunos científicos que se consideraban más “serios” habían querido infligir a la estrella mediática. Cuatro años después fallecería sin haber obtenido ese honor. Tras su muerte, la Academia corrigió el error haciéndolo miembro honorífico y, actualmente, no existe un científico que menosprecie públicamente su figura. 

Entonces, más allá de las opiniones del carismático Carl Sagan, como científicos ¿debemos divulgar nuestro trabajo? Estamos convencidos que sí; divulgar permite a la ciencia avanzar, completando el sentido del conocimiento científico al compartirlo con la comunidad, contribuyendo a la generación de cultura científica e impulsando la formación de nuevos científicos. Por supuesto que no es tarea sencilla para nosotros, acostumbrados a un lenguaje técnico y rígido, transmitir con pasión y sencillez nuestra labor logrando estimular la curiosidad de la gente. Pero estamos convencidos de que es una tarea fundamental a la que tenemos que contribuir desde nuestro lugar. Las universidades e instituciones científicas deben tomar protagonismo en la divulgación y generación de cultura científica, ya que ésta constituye la principal herramienta para generar pensamiento crítico y contrarrestar la posverdad. Esta función revaloriza su relevancia en esta época de posverdad tan fácilmente manipulable, siendo su influencia sobre las decisiones que tomamos tan trascendental, sino para el universo, al menos para este lugar en este punto azul pálido al que tanto queremos. 

Bibliografía consultada:

Este artículo ha sido escrito por las doctoras María Cecilia Larocca y María Paula Ceballos, ambas investigadoras de CONICET y docentes de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina). 

María Paula Ceballos. Lic. en Biotecnología y Dra. en Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Investigadora de CONICET. Con una mente curiosa e inquieta, amo investigar, disfrutando cada desafío que se presenta. Ig @paulita_ceballos

María Cecilia Larocca. Investigadora de CONICET y docente de la UNR de ciudadanía entrerriano-rosarina. Preguntona por naturaleza, desafiando las certezas. Ig @clarocca71

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