El tejo es un árbol que pertenece al género Taxus, es propio de zonas montañosas, con ambientes frescos y húmedos. La longevidad del tejo es bastante conocida, y algunos escritores lo han comparado con un ‘dios del tiempo’.
El ser vivo más viejo de Europa es un tejo, que está situado en la localidad escocesa de Foringall; supera los 2000 años. Le ha dado tiempo a presenciar varias guerras y tratados de paz, miles de tormentas y de calmas en una sola vida.
Sus usos durante la Edad Media
Su madera es muy dura, lo que la hace muy apta para carpintería y talla. Durante la Edad Media fue utilizado en las Islas Británicas para la elaboración del arco largo, por su resistencia y flexibilidad, hecho que produjo su casi extinción en las islas.
Los Celtas lo creían inmortal
Los pueblos celtas lo veneraban dado que formaba parte de algunos de sus rituales al ser considerado un árbol sagrado, probablemente debido a la extraordinaria longevidad, que lo hace parecer inmortal. Los celtas lo consideraban mágico, y a su vez, le temían. La palabra Taxus posiblemente deriva de las griegas toxon (arco) o toxicon (veneno), ya que todo el árbol, excepto su fruto, es venenoso por la presencia de alcaloides tóxicos.
Veneno romano
Con su veneno (generalmente, un brebaje de semillas), se untaban las flechas que se usaban contra las legiones romanas del emperador Augusto, e incluso algunos se suicidaron mascando sus hojas antes de rendirse tras perder en alguna batalla; Cativolco, rey de los Eburones, se suicido con zumo de tejo, para no caer en manos de Julio César (guerra de las Galias).
El Taxol
Finalmente en 1971 investigadores de un instituto americano descubrieron en la corteza del tejo del Pacífico (Taxus brevifolia), el taxol, una sustancia que hoy en día es uno de los más potentes anticancerígenos. Sin embargo, para tratar a una sola persona se necesitan talar dos o tres tejos adultos. Otra vez y por esta razón, los bosques de Taxus brevifolia fueron agotados. Afortunadamente, en el año 1994 los científicos consiguieron sintetizar la sustancia en el laboratorio.
Dioses del tiempo…que pese a su toxicidad, nos salvan.
Agradecemos muy especialmente a Francisco Cantó Portillo por compartir su sabiduría sobre estos maravillosos árboles.
Muchas gracias por un artículo tan bello, como interesante e instructivo. Solo amamos y protegemos aquello que conocemos. Hacen falta iniciativas como la vuestra. Acercaciencia es un acierto, os deseo duradera y fructífera vida
Muchas gracias Paco, pero somos nosotros los que estamos agradecidos contigo. Tu nos has inspirado 🙂