“Personas” no humanas

Los delfines tienen un cerebro más grande que el de los chimpancés y más pequeño que el humano, pero altamente sofisticado.

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Viven en complejas sociedades, comparten, cooperan, desarrollan estrategias de caza e incluso, objetos para jugar. Cuando los imaginamos nos generan una agradable sensación. Fueron protagonistas de famosas películas o seguramente los has contemplado en espectáculos dentro de piscinas de parques de atracciones. Es más, algunas personas los eligen como diseño para tatuar su piel de por vida. En este caso hablamos de los mamíferos marinos cetáceos; los delfines, ballenas y marsopas.

Los cetáceos son mamíferos totalmente adaptados a la vida acuática, generalmente la marina. Su nombre proviene del griego κήτος (ketos), «gran animal marino».

Reconocimiento de los cétáceos como «personas no humanas»

Durante las últimas décadas, numerosos estudios científicos han descubierto que los cetáceos son mucho más “sofisticados intelectualmente y emocionalmente” de lo que se pensaba. En el simposio del año 2012, realizado por la sociedad científica más grande del mundo, llamada Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), se presentó la justificación científica sobre el reconocimiento de los cetáceos como “personas no humanas”.

Luego de esta jornada, se ha potenciado el movimiento mundial en defensa y repudio sobre la esclavitud de miles y miles de cetáceos que están sometidos a participar de shows recreativos en acuarios, zoológicos o delfinarios. Es oportuno aclarar que, si bien aquí nos hemos centrado en los cetáceos, especies carismáticas que atraen el interés del público general y por lo tanto resulta más fácil llamar la atención sobre sus problemas de conservación, hay muchos otros animales que son víctimas esclavas de nuestra sed de recreación, aunque sea a costa de otros seres.

Estudios científicos

En el año 2006, investigadores de la Universidad de San Andrés (University of Saint Andrews en inglés), pertenecientes a la Unidad de Investigaciones de Mamíferos Marinos, demostraron que los delfines nariz de botella (Tursiops truncatus) son capaces de reconocerse unos con otros a partir de silbidos.

Por otro lado, si pensamos al tamaño relativo del cerebro como un indicador de «inteligencia», entonces tendríamos que concluir que los delfines están en segundo lugar. En referencia a esto mismo, la Dra. Lori Marino, académica de neurociencia y conducta biológica de la U. de Emory (EE.UU.) y una de las expositoras en la AAAS, utilizó imágenes de resonancia magnética para comprobar que los delfines tienen un cerebro más grande que los chimpancés y más pequeño que el humano, pero altamente sofisticado.

Por último, fue la Dra. Diane Reiss, quien, en otro estudio, demostró que un delfín que fue entrenado a desplazarse sobre su cola y que luego fue liberado, enseñó ese truco a otros en estado salvaje. Algo que, según suponen, fue sólo “por diversión”. También otros estudios revelaron que estos mamíferos enseñan a sus crías a utilizar esponjas naturales para proteger su rostro mientras buscan peces con espinas. «Gran parte de su aprendizaje es similar a lo que vemos en niños pequeños», dijo la Dra. Reiss en la cumbre AAAS.

Queremos compartir el siguiente video de una charla TEDxSanJoseCA 2012, donde Reiss explica y muestra en detalle sus descubrimientos de más de 30 años de trabajo.

El video está en inglés, sin embargo puedes leer los subtítulos en español. Al iniciar el video aparecerá un recuadro rojo “cc” (“captions”), debajo a la derecha. Tienes que pinchar en CC y dentro de “translate captions”, seleccionar el idioma “spanish””.

Como vemos, una variedad de estudios científicos han encontrado que las ballenas y los delfines son capaces de desarrollar avanzadas capacidades cognitivas (como la resolución de problemas, un «lenguaje» artificial de comprensión y el comportamiento social complejo), lo que indica que estos cetáceos son mucho más sofisticados intelectual y emocionalmente de lo que se pensaba. El progreso científico siempre plantea importantes cuestiones éticas. Como la investigación científica intenta producir una imagen más precisa del universo, a menudo revela actitudes y comportamientos humanos que pueden estar “fuera de sintonía”. ¿Por qué no pensar en los derechos humanos para los no humanos?

 

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