Cerebros, helado y muchos recuerdos

¿Alguna vez te has preguntado cómo se ‘fabrican’ los recuerdos?

Tiempo de lectura: 4 minutos

Pruebas un helado, escuchas una canción o vas a un lugar. De pronto, todo hace clic y te transportas a un momento específico del pasado. Sí, has recordado. Resulta que esta capacidad de aprender y recordar el vínculo entre algunos elementos no relacionados se llama memoria asociativa y, de hecho, es una de las formas más básicas de memoria en nuestra vida cotidiana. Esta forma pertenece a una categoría todavía más grande de memoria conocida como declarativa; es decir, todas las memorias que nos ayudan a recordar hechos y eventos que hemos experimentado personalmente.

Parece curioso -e inclusive un poco ficticio- pensar en cómo algo que percibimos a través de nuestros sentidos puede desencadenar una imagen mental o traernos alguna memoria en particular. Pero, ¿alguna vez te has preguntado cómo es que se fabrican estos recuerdos? ¿Qué es lo que tiene que suceder en nuestro cerebro para que ocurra esto? Empecemos por decir que constantemente recibimos nuevos datos; nombres, fechas, eventos… Esta información al ser adquirida, si se llega a fortalecer a través de un proceso llamado consolidación, se almacenará en nuestra memoria a largo plazo. Para que todo esto suceda se requiere de un centro de memoria en nuestro cerebro. Muchos científicos apuntan al lóbulo temporal medial, el cual comprende las regiones del hipocampo, la amígdala, la corteza entorrinal y el parahipocampo

Créditos ilustración: Mariana Mastache Maldonado.

En dicho lóbulo, en la corteza entorrinal (puedes regresar a la imagen para verla), tenemos un tipo de neuronas conocidas como “abanico” (fan cells en inglés) que son controladas por una molécula clave: la dopamina. Ésta tiene un papel importantísimo en la biología cerebral de la recompensa y el placer, pero también está relacionada con la memoria, especialmente cuando se trata de convertir los recuerdos a corto plazo en recuerdos a largo plazo.

Si la dopamina se libera, se ha observado que los recuerdos se fortalecen; entonces podemos decir que esta funciona como detonante de las neuronas en abanico para este proceso. Sin este tipo de células, no sería posible adquirir nuevas asociaciones, es decir, no podríamos formar nuevos recuerdos de ese tipo.

Circuitos y uno que otro almacén de memorias

Volviendo a la experiencia: pruebas un helado y al comerlo, se activan tus centros de recompensa. Ahí mismo en tu cerebro, existen circuitos que van a proporcionar el marco arquitectónico para que haya un flujo de información, lo que permite que un área del cerebro influya en otra. Algo así como si fuera el mapa de una gran ciudad, con distintas rutas conectadas entre sí. En lugar de autos por todo el circuito, hay neuronas interconectadas que reciben información electroquímica. Ya sea que estas neuronas modifiquen, o bien, transmitan la información a otros circuitos, el resultado es la integración de mucha información para realizar funciones cognitivas (como memorizar algo).

Neurona “abanico” (fan cell en inglés). Créditos ilustración: Mariana Mastache Maldonado.

Para el caso de la memoria asociativa se activa un circuito conocido como ‘circuito de la corteza entorrinal-hipocampo’. A través de él, se sabe que las neuronas pueden transformar los estímulos sensoriales recibidos por nosotros (o sea, los olores, sabores y demás) en información relevante para la memoria antes de enviarla al hipocampo. Eventualmente, ciertos recuerdos que se almacenaron temporalmente en el hipocampo se pueden transferir a la neocorteza. ¿Cómo sabemos si tuvo éxito nuestra consolidación de una memoria asociativa? Sencillo, mediante el recuerdo. Al evocar una memoria, visitamos esos almacenes de memorias y las podemos traer de vuelta a nuestro presente. Cabe recalcar que tus recuerdos no se almacenarán en una sola parte del cerebro. Para este caso particular de memorias (declarativa), existen tres áreas importantes: el hipocampo, la neocorteza y la amígdala.

En resumen, en las circunstancias adecuadas, un helado de la infancia que se vuelve a probar años después puede desencadenar una gran cantidad de recuerdos. Increíble, ¿no?

Al final, los recuerdos de estos eventos importantes en nuestra vida cotidiana pueden ejercer una mayor influencia sobre nuestro comportamiento de la que nosotros podríamos pensar. Y merecen de nuestra atención, pues al conocer estos mecanismos cada vez mejor podríamos acercarnos más a tratar con éxito distintos padecimientos relacionados con la pérdida de memoria.

Bibliografía consultada:

Créditos foto de portada: Patrick Fore en Unsplash

Autora: Mariana Mastache Maldonado

Bióloga por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Entusiasta de las neurociencias, el medio ambiente y la ilustración. Disfruto mucho del aprendizaje en distintas áreas y cómo se integra el conocimiento con mis aficiones creando sistemas cada vez más complejos e interesantes. IG: @maggie.ml

1 comentario
  1. Alonso Cuevas dice

    Muy interesante y que buenas ilustraciones.
    Saludos

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