Hace un tiempo, presentábamos el artículo de “La fiebre del Oro Negro”, en el que abordábamos la trama del petróleo; el papel que juega en los mercados y su importancia en la estrategia geopolítica. Hoy nuevamente, el asunto se enfoca en los preciados hidrocarburos, concretamente en su forma gaseosa.
Basándonos en las leyes de la oferta y la demanda, podemos afirmar que existe una relación directa entre la disponibilidad de un bien material y su valor. Este hecho es más que suficiente para justificar la búsqueda y aplicación de nuevas técnicas de explotación de cualquier recurso; más aún, cuando hablamos de uno de los mercados más importantes del mundo como es el de los combustibles fósiles. De este modo, en los últimos años, vienen tomando protagonismo nuevos términos. Uno de los más sonados, y al que en este artículo se quiere hacer referencia es el del “Fracking”, pero; ¿en qué consiste esta técnica y que implica?
¿Qué es el Fracking?
Fracking es un vocablo inglés usado para referirse a la extracción de gas a grandes profundidades. El proceso también es conocido con el nombre de “Fracturación Hidráulica Horizontal”, o también es denominada por sus partidarios como “Estimulación Hidráulica”, como un eufemismo.
Los primeros intentos del hombre por hacerse con el gas del subsuelo, datan del año 1949. A partir de este momento, no es hasta casi cuatro décadas más tarde, en 1986, que se procede con éxito a la primera excavación horizontal para su extracción. No obstante, para asistir al nacimiento del Fracking como se conoce en la actualidad, y hablar de la primera explotación con fines comerciales, hemos de esperar hasta el año 1998.
El objeto de fracturación hidráulica es la extracción del gas de esquisto o pizarra confinado en la corteza terrestre a unos 4000-5000 metros de profundidad. Para alcanzar estos yacimientos, se realiza una perforación vertical en la tierra ahondando hasta esta distancia, y que posteriormente se continúa en horizontal, formando una “L”, durante otros 1500-3000 metros. El objetivo del conducto es la introducción de una tubería por la que será bombeado el llamado líquido de fragmentación; una mezcla de agua, arena y más de 600 productos químicos, que tienen como objetivo la fracturación y disolución de la roca para permitir la liberación del gas contenido en ella. Como resultado final, liberado de su hacinamiento, el gas emerge a la superficie a través de la tubería, junto a la mezcla de agua y químicos introducidos.
Se precia este proceso de ser altamente eficaz. Tras un primer año de explotación, se estima que las reservas de un pozo suelen ser aprovechadas entre un 50 y un 75 %. No hay lugar a dudas, de que se trata de todo un logro a un nivel técnico y/o tecnológico, demostrando una vez más la capacidad del hombre de anteponerse a las barreras impuestas por la naturaleza. No obstante, existen ciertas implicancias y riesgos ambientales a considerar, que no sin fundamento, han sido y son objeto de una fuerte polémica, y que hacen del fracking, una práctica moralmente muy cuestionable.
El precio real de la fractura hidráulica
Existe respecto del fracking, pese a la evidencia científica de ser una práctica muy perniciosa y dañina para con el Medio Ambiente, una gran disparidad legislativa entre países, desde exenciones fiscales en algunos, hasta la total prohibición en otros.
En muchos casos, amparada en el poder de las grandes empresas energéticas, y en la mayoría de las ocasiones, bajo pretextos económicos, la técnica del fracking se abre camino allá donde puede. Comprender los motivos puede pasar por un complejo análisis, pero lo que parece incuestionable, es que las entidades dedicadas a este tipo de explotación, se ven demasiado frecuentemente exoneradas de acarrear con el coste real que supone tal práctica; coste que supone un atentado contra lo que es de todos, el patrimonio natural, y que no suele traducirse monetariamente hasta que no queda más remedio que reparar con sumo esfuerzo, lo que con muy poco se ha destruido.
Dicho esto, uno no puede quedarse de brazos cruzados y esperar a ver qué pasa, si no que queda pendiente respaldar con datos tal afirmación. Así pues, actualmente, existen tan solo en EEUU 500.000 pozos de gas en explotación. En una estimación aproximada, se calcula que cada pozo de fracturación precisa un promedio de 400 camiones cisterna diarios, para abastecerse del agua y los recursos necesarios para la explotación. De tal modo, se estima que cada trabajo de facturación requiere de entre 4 y 30 millones de litros de agua.
También se hacen precisos unos 150.000 litros de más de 600 sustancias químicas diferentes – en su mayoría carcinógenas y toxicas- para fabricar el líquido de fragmentación. Decir que, de este fluido, tan solo entre un 50-70% es recuperado, sin ser biodegradable. El que consigue recuperarse, suele dejarse evaporar a cielo abierto, produciéndose la emisión a la atmosfera de una gran cantidad de VOC´s (compuestos orgánicos volátiles); agentes causantes de lluvia ácida y efecto invernadero inducido.
Durante este proceso, se produce la liberación de gases tóxicos fuera del sistema, afectándose terreno, atmósfera y aguas cercanas. Ejemplo de ello, son las mediciones de la concentración de metano en el agua de consumo extraída cerca de un yacimiento de gas por fracking, que rondan una media 17 veces superior a la normal. De este modo, se estima que existen más de 1000 casos documentados de contaminación cercanos a pozos de extracción, así como una abundancia excepcional de enfermedades neurológicas y respiratorias causadas por la ingesta de agua contaminada.
Entre los inconvenientes se encuentran también la gran ocupación de terreno que se hace necesaria para la explotación de un pozo. Además la extracción de material a grandes profundidades, puede tener el inconveniente añadido, de venir acompañado de elementos radiactivos; átomos de Uranio, Torio, Radón o Radio, cuyas consecuencias pueden incluir defectos congénitos, infertilidad o cáncer entre otras enfermedades.
Pagamos dos veces
Mediante el fracking se puede obtener gas, el cual, de otro modo, seria inaccesible. Sin embargo, es un proceso muy agresivo, en el que el gran perjudicado es el medio ambiente. En gran cantidad de ocasiones, tras el cese de la actividad, las empresas suelen desentenderse de los daños producidos. Más aún, en países cuyo subdesarrollo, tanto económico como legal, y en muchos casos cultural, los hace mayormente vulnerables ante los intereses de las gigantes y todopoderosas multinacionales. Las consecuencias son el enriquecimiento de muy pocos, a cambio de un poco de gas que es vendido a costa de la contaminación de campos de cultivo, acuíferos, el aire que respiramos y un abanico de enfermedades de esas que tienen nombres que dan miedo. Además, cabría añadir que la responsabilidad de restaurar el daño causado, suele recaer en el erario público. Y eso, en el caso de que sea posible, y sobre todo, de que haya voluntad de hacerse.
Es un hecho que, tanto el petróleo como el gas, son, y seguirán siendo absolutamente necesarios en un corto/medio plazo de tiempo. No es el fin de este artículo el demonizar un recurso, que aunque progresivamente este quedando relegado al pasado, sigue siendo indispensable para la economía, -llamémoslo supervivencia-, de las sociedades actuales. El fin de este artículo, no es otro que el de denunciar esta práctica, mostrando el modo en que en algunas ocasiones, los beneficios económicos, se anteponen a toda lógica y moral.
Bibliografía consultada:
Fractura hidráulica para extraer gas natural (fracking). Greepeace.com.
Jeff Tollefson. 2012. Air sampling reveals high emissions from gas field. NATURE NEWS