El kiwi, ave nacional emblemática de Nueva Zelanda; considerado una rareza biológica no solo por no volar sino por sus particulares características, está asociado a algunos de los científicos más famosos de la historia natural… Y no es solo una crónica de descubrimientos y laureados, sino de un enfrentamiento que dejó a uno de ellos en el olvido.
Extraña criatura
Cuando el primer espécimen de estas raras aves, los kiwis, fue descrito en 1813 en el volumen 24 de The Naturalist’s Miscellany, por George Shaw, un botánico y zoólogo inglés, los escépticos, sintiendo que eran víctimas de un engaño, exigieron ver la extraña criatura. Shaw, que había recibido restos (aparentemente solo la piel) de un ave no voladora encontrada en la isla sur de Nueva Zelanda de manos del Capitan Andrew Barclay, la llamó Apteryx australis y publicó una imagen de cómo creía que era en realidad, aunque nunca logró verla viva porque murió al poco tiempo.
Años más tarde, en 1838, Richard Owen, un naturalista británico especialista en anatomía comparada, publicaría un trabajo más completo sobre la anatomía del Apteryx -como le llamaban por aquel entonces al kiwi-, en la revista de la sociedad Zoológica de Londres. Owen, llamado en ocasiones el «Cuvier inglés» por sus enormes contribuciones a la anatomía comparada, dio nombre al género Apteryx dentro del cual se encuentran las 5 especies vivas del kiwi conocidas hasta el momento. El nombre significa “sin ala” y deriva del griego clásico: a-, “sin” o “no” y pterux, “ala”. Owen estaba preocupado porque el ave corriera el mismo destino que el Dodo, se extinguiese sin haberlo estudiado en profundidad, y fue este el objetivo de la publicación. Para tal artículo contó con el espécimen de Shaw, que era un macho, algunos fragmentos de una hembra y el cuerpo completo de un espécimen macho recibido de parte de un amigo de Australia.
En las notas de Darwin
En su Diario de viaje del Beagle, publicado en 1839, Darwin no describe puntualmente al Apteryx, más allá de que la expedición realizó una escala en Nueva Zelanda y el naturalista dedicó unas cuantas páginas a su estadía allí. Sin embargo, en la segunda edición del diario de observaciones, publicado en 1845, menciona al Apteryx como un ejemplo de un ave con alas rudimentarias. Aparente estaba lo suficientemente informado gracias a sus lecturas, probablemente de George Shaw. Según menciona en su cuaderno “D”, posterior al viaje, lo más extraordinario del Apteryx, pensaba Darwin, era lo reducido de su aparato respiratorio, lo cual sugería que en su medio natural se trataba de un ave tímida, paciente y esquiva, poco dada a realizar grandes esfuerzos, y que, por tanto, no necesitaba respirar hondo. En años posteriores, en su correspondencia también se encontrarían indicios de que Darwin conocía a esta particular ave y algunas de sus cualidades.
Colaboradores enfrentados por ideas
Owen, reconocido en su época por los enormes y precisos trabajos en anatomía comparada y por excentricidades como ofrecer una cena para 21 célebres científicos dentro del hueco de cemento del interior de un Iguanodonte (género de dinosaurios que vivieron a principios del período Cretácico), también se hizo famoso por enfrentarse a quién se convertiría en uno de los nombres más recordados de la historia natural: Charles Darwin.
Darwin y Owen se conocieron en 1836 a través de Charles Lyell, el geólogo más influyente de Gran Bretaña, y mantuvieron una buena relación intelectual y de amistad hasta la publicación por parte de Darwin de su libro estrella: “El origen de las especies por medio de la selección natural”, en 1859.
Considerado ya un anatomista de renombre, los científicos de la época prestaban especial atención a las opiniones de Owen, y fue este prestigio el que le valió poder encargarse de estudiar la colección de fósiles de mamíferos traída por Darwin desde América del Sur a bordo del Beagle. El trabajo de Owen, presentado en 1837, reveló que estas criaturas eran roedores y perezosos que estaban relacionadas con especies actuales que vivían en la misma zona y no con criaturas de África, como Darwin pensó en un principio. Este descubrimiento fue muy importante para plantear un mecanismo para la evolución que describiría en un ensayo escrito en 1842, pero que no se animaría a publicar hasta 1859.
En su obra «El Origen de las Especies”, Darwin (a la par que Wallace) proponía que la diversidad de formas de vida había surgido por un proceso de descendencia con modificaciones o cambios, en el que los individuos de cada generación difieren ligeramente de los miembros de la generación anterior. A lo largo de periodos prolongados, estas pequeñas diferencias se acumulan para producir grandes transformaciones. Bajo ciertas circunstancias, “las variaciones favorables tenderían a conservarse, y las desfavorables, a destruirse”, mencionaba, es decir, los cambios o modificaciones ocurridos en la descendencia que le daban a esos organismos alguna ventaja competitiva eran “seleccionados”.
Owen, en cambio, sostenía una interesante, aunque errónea, alternativa: que las especies podían surgir como “monstruos” desde el útero. Es decir, una nueva criatura podía ser resultado de una brusca génesis deforme, no de un proceso evolutivo.
La obra de Charles Darwin conmocionó al sector clerical de la élite científica ya que descartaba toda intervención divina en el proceso de surgimiento de nuevas especies. Owen fue favorable al evolucionismo, pero se opuso firmemente a la teoría de la selección natural, y fue esta oposición la que probablemente lo llevó a su posterior ostracismo científico. Las objeciones a las tesis del “Origen de las Especies” lo habían aglutinado junto a gran parte de los críticos de Darwin. Esto hizo que mantuviera un intenso debate con un aguerrido círculo de seguidores que protegía a Darwin, entre los que se destacaba Thomas Henry Huxley, un biólogo conocido como el “Bulldog” de Darwin por su defensa de la teoría de la evolución y a quien osara oponerse.
La campaña de Huxley tuvo un éxito devastador sobre la figura de Owen. Cuando murió, en 1892, los darwinistas lo excluyeron sistemáticamente de la historia. Cerca de seiscientos trabajos científicos y una vida entregada a la investigación cayeron en el olvido. Las contribuciones de Owen, fundamentales para la anatomía comparada y algunos de sus conceptos, como la distinción entre analogía y homología y su distinción entre distintos tipos de homología, aún se mantienen en vigor; sin embargo, su nombre no es tan recordado.
El “Apteryx” de aquella época me ha permitido conocer a Owen, conocer su historia y sus contribuciones científicas.
Bibliografía y fuentes consultadas
-Chapter VII. Kiwi. Reid, Brian (et al.) p. 301-330 (1975) Biogeography and Ecology in New Zealand.
-On the Anatomy of the Southern Apteryx (Apteryx australis, Shaw), 1838
–The Correspondence of Charles Darwin:, Volumen 18; 1870.
– Journal of researches into the Natural History and Geology of the countries visited during the voyage of H.M.S. Beagle round the world, under the command of Capt. Fitz Roy, R.a. by Charles Darwin. 1845, Second edition, corrected, with additions.
-Mario García Bartual. ¿Fue Richard Owen un villano de la Ciencia? 2017. www.lavanguardia.com.
-Biología “La vida en la tierra”, 9na ed. T. Audesirk, G. Audesirk & B. Byers. 2013.
-El remiso Mr. Darwin: Un retrato íntimo de Charles Darwin y el desarrollo de la Teoría de la evolución. 2006. David Quammen.